jueves, 24 de julio de 2014

Feria del Libro 2014

El 5 de Mayo del 2014 Raquel Saporiti presentó y firmó 

ejemplares de su último libro, "33 Poemas"





El ladrón

El ladrón




Alguien me está soñando.

Quiere saber mientras yo duermo;

los pensamientos, la electricidad en movimiento.

También unos agujeros negros

en los que desaparezco

para que no me sueñe.

Me acomodo en la oscuridad

y me cierro

así no puede leer el inicio del cuento.

Pero dudo y por ese espacio que deja

mi duda, el que me sueña, escribe:

“Alguien está soñando”

Rápido cambio la frase y lo delato,

“Hay un ladrón de sueños”

y sentada en el banco de piedra

pálida por la luz de las estrellas

pienso en el final del cuento:

Y lo escondo en el negro agujero

que ha dejado su sueño.

  


                                                                            9/2013.- R.Saporiti

Urbanas

Urbanas




¿Señor, señor, ¿me podría poner una estrella en la cabeza?
 No quiero un tatuaje, ni un dibujo en tinta china.
 Quiero la luz para ver colores y palabras
 y el mundo después de tanta ausencia.
 ¿ Cómo será la palabra con su canto?
 Quiero ver  graffiti en las paredes
 sensuales, provocadores, de colores agresivos
 y textos incomprensibles.

 La luz de mi estrella lee en la pared
“ Titi, te amo para siempre” al lado de un
jeroglífico de azules y turquesas con carmines
de carmenes pasadas de moda, ya olvidadas.
Alguien tiró un aerosol por la ventana
de ondas gigantes, espaciales.
Y se han dibujado como en espejos enfrentados
otras imágenes: una calesita, un malabarista,
un caballo que puede bailar como en un circo
Y dos leones gigantes con nombre propio:
Franco y Gianluca ( Quizás esté en Italia)

Mientras los leones rugen en signo de pelea
y Titi se lee feliz y enamorada,
llegan unos hombres con altas escaleras
tachos, brochas y pintura blanca;
con rapidez profesional, matan a los leones
enlazan al caballo y lo atan al poste
y a Titi le dicen: “ Andá para tu casa.”
A medida que crece el blanco puro y duro,.
el malabarista cae al suelo y los avioncitos,
los autos de carrera y los patos amarillos
huyen de la calesita.
Cuando terminan, mi estrella se ha apagado,
pero no me resigno y sigo el camino donde
pintan estrellas en la frente y entonces conocés
palabras nuevas y leones con nombre propio,
calesitas antiguas y alguna carmencita dormida
por el tiempo, que capaz era una intriga.  


     


                                                                           agosto de 2013 R. Saporiti

Mojitos

Mojitos



               A Marisa le temblaban las piernas en la puerta del café, “ La bodeguita del medio”  se veía oscura y fresca desde la puerta . El sol la había enceguecido y no lograba encontrar a Ernesto, pero lo intuía como siempre, acodado en el mostrador con tres o
 cuatro copas vacías, muestras de los mejores mojitos que se había tomado.
              Igual levanto la cortina y caminó a tientas hacia el lugar que presumía estaba
el escritor , oyó su risa contagiosa en los oídos y en la piel.
            - Hola, dijo temerosa, y el hombre la abrazó haciéndola desaparecer entre sus brazos y su enorme cuerpo. ¡ Hola guapa! , ¿ cuando llegaste? ¡ Que alegría verte!
              La muchacha se separó del abrazo para poder respirar y contestó –Esta mañana
en el vuelo de las 10 y 30. -Sabés que no tenemos mucho tiempo y según me dijiste hay medio libro para corregir.-¿ Por qué no nos ponemos a trabajar? No bebas mas, vamos al hotel.
- No tengo ganas , lo que escribí es una porquería y no merece la pena corregirlo.   
 - Mozo! dos mojitos con mucho limón-
             Marisa suspiró resignada. Había que tener mucha paciencia con ese hombre y mu-
cho valor para arrancarle las carillas que había escrito. Al rato Ernesto estaba borracho .
             La chica lo ayudó a llegar al hotel, lo acostó, le sacó los zapatos y le aflojó el cin-
turón. A los diez minutos Ernesto roncaba y la muchacha se acercó a la mesa donde estaban las carillas apiladas. Ahí dudó. El título de una de las pilas decía el “Viejo y
el Mar”, la otra “El hombre que grita”. La conmovió la imagen de un hombre que grita.
Y eligió. Recogió las carillas del “Hombre que Grita” y las metió en su bolso, se acerco al hombre  dormido y lo besó en la boca. 
-Adiós viejito y gracias. Si lo termino podré viajar a Francia-  Salió en puntas de
pie, cerrando en silencio la puerta del cuarto de hotel.




                                                                                                   R. Saporiti
                                                                               

La fidelidad de Petrus

La fidelidad de Petrus




La puerta estaba abierta, por la calle pasaba la gente y
vislumbraba el interior de la casa. Techo de madera, la-
drillo a la vista y unas cortinas voladoras color lila. To-
dos querían saber quien vivía allí,  jamás se había visto
gente; sin embargo la casa estaba habitada. Los provee-
dores dejaban sus mercancías, el pasto lucía cortado y
un perro gigante, como de piedra, dormía todo el día en
el umbral de la puerta.
A la noche la puerta se cerraba, y la luz desaparecía jun-
to con el perro. A la mañana todo comenzaba: la luz del
sol en las cortina lilas, el techo de madera y el jardín apa-
recía regado.
Petrus, le habían puesto los vecinos al perro, que inmóvil
montaba guardia.
Así pasaron los días, los meses y algunos años. Petrus apa-
reció muerto un día. La puerta quedó cerrada, el jardín co-
menzó a secarse y el techo de madera se pudrió. Todavía
algunos vecinos pasan para ver la casa derruida y el jardín
abandonado. Y se preguntan ¿ a que amos soñaría Petrus
cuando soñaba con una cortina color lila, un techo de pino,

 un jardín húmedo y fresco? 

                                                 R. Saporiti