viernes, 24 de febrero de 2012

Borges, Prisma, Brújula y yo.



Había una conferencia en la Sociedad Argentina de Escritores, fui, ya que el tema era interesante: la Poesía en el mundo actual. Entré, me senté y escuché. Qué aburrimiento. El disertante hablaba en difícil y su voz era muy baja y vacilante. Al rato ya mi mirada vagaba por los concurrentes, después por el techo, los pisos y las paredes. En ellas había fotos, poemas y un cuadro especialmente llamó mi atención. Una revista mural enmarcada llamada Prisma y pensada por Borges, González Lanuza y otros poetas que ahora no recuerdo. Editada alrededor de 1920 había revolucionado el mundo de la poesía. ¡Un afiche con poemas pegado en las paredes de Buenos Aires! Solamente a un genio como Borges se le había ocurrido semejante producción. Me encantó. En esa época yo participaba de Poesía Abierta y habiamos creado un movimiento poético junto a tres amigos: Nolo Correa, Elena Fassio y Hugo Olmos que se llamaba Fundación Pro Arte. Por lo tanto tenía contacto con muchos poetas y escritores, menores y mayores. Era un momento de muchísima ebullición cultural, había terminado la dictadura y vivíamos un gobierno democrático. Planteé la posibilidad a los compañeros más cercanos y también les gustó la idea. Empezamos por el nombre, bien pretensioso por cierto. Brújula, la que marca el rumbo, el norte, la dirección. Y nos pusimos manos a la obra. Selección de poetas, imprenta, diseño, costos de pegatina, formato y confección. El primer número tuvo una tirada de2000 ejemplares. Registro en la oficina correspondiente, juntar el dinero y se me encomendó escribir una pequeña editorial a la que llamé Fundamento. Enseguida pensé en Borges y en la diferencia abismal que existía entre su calidad de poeta y nosotros, pequeños aspirantes a escribir alguna vez un buen poema. En ese fundamento hablé sobre la belleza, la pluralidad y sobre todo dejé bien claro que el padre de la idea era J. L. Borges.Después de muchos nervios y trabajo una noche de agosto presentamos formalmente la revista Brújula en un café de Bolívar y Chile, llamado con toda justicia “La Poesía”,Bar Literario, Café de Arte. Simultáneamente se iniciaba la pegatina en las calles de Buenos Aires en avenidas estratégicas y lugares culturales. Bibliotecas, teatros, cines y todo sitio que tuviese que ver con la propuesta. Unos dias antes de la presentación, cuando ya teníamos la hoja en la mano y respirábamos el olor a tinta fresca, con mi amiga Elena Fassio decidimos llevarle la revista a nuestro admirado Borges. Buscamos en la guía y ahí estaba, en la calle Maipú. Una tarde con las piernas temblorosas tocamos el timbre de su departamento. Nos atendió una voz de mujer, le adelantamos nuestro propósito y nos dejó subir. En el palier tocamos nuevamente timbre y nos abrió la puerta, la que después supimos era Fany, su asistente. Yo le había escrito una notita a Borges y se la entregué a Fany con nuestro primer número de Brújula. “esperen aquí” nos sugirió. Y ahí quedamos emocionadas y felices. Borges estaba viendo nuestra revista. Su idea plasmada por segunda vez por gente desconocida. Al rato se abrió la puerta y nos invitó a pasar. Ahí estaba, el genio de Borges, su mítica ceguera, su bastón. Estaba acompañado por María Kodama, los dos sentados en sus respectivos sillones, sonrientes y amistosos. El se puso de pié para saludarnos y enseguida sentí que era todo un caballero. Mi amiga Elena se quedó en segundo plano. No quiso o no tenía mi audacia. Pero había que salvar el momento. Y me sumergí en la suerte que sabía me acompañaría porque mi intención era noble. Reconocer su talento, hacerle saber que lo habíamos copiado en su idea y pedir disculpas por nuestro atrevimiento. Pero todo él lo hizo muy fácil. Enseguida se dio cuenta que éramos dos mujeres jóvenes lo que le encantó. Nos presentó a Kodama, habló de los poemas eróticos que ella escribía e insistió para que nos los leyera, asunto que K. se negó rotundamente. Después habló de Prisma, de su juventud y de que no editáramos más de tres números, que esa era la vida útil de las revistas literarias. Yo sonreía y contestaba como podía. Después, no sé porque se puso a hablar de la Guerra de Secesión y a cantar baladas irlandesas. Yo no pude seguir su nivel de conversación; él se dio cuenta y entonces hizo preguntas más puntuales. Quiénes éramos a qué pertenecíamos, dónde mostrábamos nuestra producción. Después de un rato, con toda amabilidad nos deseó suerte y dio por terminada la entrevista.Con Elena salimos con alas en nuestros pies. ¡Éramos tan felices! Emocionadas nos repusimos en el bar de la esquina con un coñac, cosa insólita porque no somos bebedoras. Pero la ocasión lo merecía. Habíamos trabajado tanto! Pasó el tiempo e hicimos seis números de Brújula. En entrevistas televisivas, Borges recordó Prisma muy puntualmente, después de sesenta años de editada. Al año siguiente Borges se enfermó, se casó y eligió morir en Ginebra. Cuando llegó la noticia estábamos en Radio Nacional haciendo una lectura de poemas del número tres de Brújula. Creo haber sido una de las primeras personas en enterarme; Télam acababa de pasar el cable a todos los medios de difusión. Tiempo Argentino, el diario de Jorge Burzaco, al día siguiente ocupó toda su portada con este título: SIN BORGES.


Raquel Saporiti, invierno del 2012

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