La liebre
sentada en el estante de la biblioteca miraba al zorro con curiosidad.
Era una liebre de papel que alguien había
aprendido a hacer la tarde anterior.
El zorro leía la fábula para
entretenerse un rato.
De pronto la vida fue todo papel, frágil y
multicolor;
la liebre pegó un gran salto y comiendo una
zanahoria, dijo:
- ¿Cómo te llamás?
-Zorro Plateado
de las Pampas, y vos?
-Yo soy
Liebre Rápida- y en una carrera de pocos segundos llegó al
extremo del estante.
El zorro la
miró y murmuró – esta sí que lleva bien el nombre.
-Me gusta
mucho el papel plateado con el que te hicieron, dijo la liebre.
-Bueno,
bueno, no es para tanto. Ya se que soy hermoso.
- A mi me gustan mis pelos color pardo- dijo la
liebre- y se pasó la pata para alisarse
los
bigotes.
Al zorro plateado un raro instinto le recorrió la columna
vertebral y sin poder
evitarlo
abrió la boca e intentó capturar a la liebre.
La liebre acostumbrada por miles de años a ser devorada, había aprendido
a correr y pegando un salto, empezó a dar
vueltas por el living.
Subía y bajaba por las sillas, se
colgó de la araña de caireles e intento esconderse
debajo de la mesa.
El zorro la perseguía pero como era
más grande, se golpeaba en los muebles,
en las paredes y en las puertas.
Poco a poco el papel plateado, se llenó de abolladuras y perdió su
forma.
Ya no fue mas el zorro plateado de las
pampas, ahora era algo parecido a una
pelotita plateada para el árbol de Navidad.
La liebre se subió de nuevo a la estantería de la biblioteca, tiró la
zanahoria
y
secándose el sudor murmuró:
-
Uf
como me cansé- y suspiró aliviada.
Después de un rato buscó con la
mirada la cosa redonda en la que se había
convertido
el Zorro Plateado de las Pampas.
Mientras se compadecía, se abrió la puerta y
entro Marcia, la asistente que
hacía la limpieza.
Traía plumero, escoba y un tacho
para guardar la basura.
Empezó a repasar los estantes con
mucha energía. Mientras pasaba el plumero,
miraba con
curiosidad los lomos de los libros.
En un momento se distrajo y con el plumero
tiró a la liebre de papel
debajo del escritorio.
Ahí gemía el zorro su destino
navideño.
La liebre, quiso hablarle con afán
de consuelo; pero pronto Marcia los barrió
y los tiró al tacho de basura.
Ahora Marcia tenía apuro. Se hacía tarde.
Cuando terminó,
vació el tacho en una gran bolsa de plástico
negro.
En la vereda pasó el camión recolector,
la bolsa voló por el aire y la liebre y el zorro
pese a su
antigua enemistad, se abrazaron con fuerza.
Tenían miedo. Después el camión
vació su carga en un basural del conurbano.
Alguna lágrima goteó en los ojos de La Liebre y lo abrazó más
fuerte.
Pronto un viento pampero se levantó
revolviendo los restos de la
vida humana y rodaron bolsitas de plástico,
objetos pequeños, y papeles.
La Liebre y el Zorro volaron por el aire un largo rato.
Mientras,
el viento deshacía la pelotita navideña y el Zorro Plateado de las Pampas
recobraba su forma original.
Ver el azul del cielo, los árboles, los pájaros y la
laguna, la emocionaron.
Nos
salvamos -dijo el zorro. - Nos salvamos! dijeron a la par.
Atravesaron
bañados, maizales, campos de alfalfa, sortearon algunas vacas y se
detuvieron al ver un grupo de casas rodeadas
de un monte.
Oyeron voces y se acercaron a la matera.
Un
paisano contaba un cuento. Los otros escuchaban en silencio tomando
mate.
Raquel
Saporiti
Noviembre de 2019
Hermoso cuento.
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